Seres humanos, ¿residuales?


Zygmunt Bauman

Zygmunt Bauman pretende contar una de las historias de la modernidad en: Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus parias. Busca ofrecer una mirada alternativa que pueda permitir hacer un balance del mundo contemporáneo. Asegura que en nuestro planeta, las cosas se desechan con rapidez porque vienen otras nuevas y mejoradas. Los residuos son todo aquello que no sirve, aquello que es desechable, que no es útil para el progreso de la sociedad. Los seres humanos residuales son una parte inevitable de la modernidad y la globalización es la producción más incontrolada de éstos, por eso los temas de inmigración y de la seguridad son los que preocupan a las instituciones de poder. En el mundo globalizado, todo se ha convertido en problemas de orden porque solamente hay una sociedad. Se han creado nuevas condiciones en las zonas fronterizas, han aumentado los temores de seguridad individuales y la industria de la seguridad migratoria es una gran producción de residuos, pues separa «lo bueno de lo malo».

El concepto de superfluidad en la modernidad no es pasajero, sino de permanencia, significa ser inútil, innecesario. Cuando alguien es declarado superfluo es por su condición desechable y quiere decir que nadie lo necesita, es un residuo y su destino es el basurero. En lo que llamamos sociedad, no hay lugar para los residuos humanos y los desempleados están fuera de cualquier rol. En la modernidad, son muchos los que quedan excluidos y aquel proyecto de progreso que prometía hacer más felices a más personas en realidad se limitó a beneficiar a unos cuantos dejando rezagados a todos los demás.

Bauman asegura que «el mundo es manejable y demanda ser manejado en cuanto se ha rehecho a la medida de la comprensión humana». Dado que el mundo se puede manejar, se requieren diseños para establecer lo nuevo. Hay dos formas de crear lo nuevo, el sociólogo, Lewis Mumford utiliza la agricultura y la minería para ejemplificar estas formas. La agricultura repone lo que el hombre saca de la tierra, mientras que la minería es destructiva, lo que se obtiene ya no se puede reemplazar y en la modernidad se puede decir que la forma de crear de la minería ha sido la más común. Bajo esta concepción, para que se cree algo nuevo, se tiene que destruir lo anterior, la minería es de un solo sentido, irreversible y no se puede concebir sin residuos.

Así, la idea de modernidad nace con la idea de progreso, con la idea de que la humanidad se puede cambiar, se rechaza todo lo anterior, pero se convierte en una historia de diseños fracasados, agotados o abandonados. La revisión y cuestionamiento de estos diseños se hace desde la postmodernidad con una mirada crítica y varias veces en tono de decepción.

El fiel compañero de los residuos es el exceso. Actualmente existe un exceso de información que es imposible contener en la memoria humana, ni siquiera en los grandes almacenes bibliotecarios, solamente cabe en la memoria electrónica, en la Red mundial que sirve de basurero. Los esfuerzos por eliminar más residuos terminan originando más. En las fábricas salen dos tipos de camiones: los de los productos nuevos y los de los residuos y estamos acostumbrados a pensar solamente en los primeros, a dejar de lado y hacer invisibles los segundos, queremos evitar todo lo residual: barrios peligrosos, campos de refugiados, malas zonas, etc. Pero el exceso de residuos está ahí, más bien está aquí, los basureros recalcan las fronteras entre lo útil y lo inservible, lo normal y lo patológico.

El diseño adquiere su importancia y su validez cuando el mundo no es como debería de ser, se piensa para ampliar lo bueno y terminar con lo malo. El problema aquí es que el diseño está creado por una minoría y lo bueno y lo malo es dictado por ellos.

Según el Oxford English dictionary, hasta 1870 no se había utilizado la palabra superpoblación, pero ya para 1798, Thomas Robert Malthus publicó su Ensayo sobre el Principio de la Población, donde señalaba que el crecimiento de ésta era cada vez mayor y la oferta alimenticia no bastaría para satisfacer sus necesidades. Malthus recibió numerosas críticas porque señalaba lo contrario a los ideales de la modernidad en que la humanidad, a través de la tecnología, la industria y el poder militar sería capaz de vivir en felicidad. Se creía, por el contrario de Malthus, que a mayor número de personas, habría mayor trabajo y por consecuencia grandes ganancias y progreso. La superpoblación es el nombre que se le da a las personas que están de más, que no contribuyen a la economía pues son consumidores fallidos y resultan costosos para la sociedad. La población excedente, los residuos humanos no deseados, son consecuencias del progreso económico. Los superfluos son considerados la parte enfermiza, los intrusos en una sociedad sana y son tratados con inferioridad, están excluidos de la comunicación social, de la agenda pública, se hacen mudos e invisibles. Donde se espera que se desate la superpoblación es en los países africanos que actualmente cuentan con menos densidad de población. En Europa, el promedio de habitantes por kilómetro cuadrado es de 101 mientras que en África es de 21, pero los países europeos no son considerados superpoblados porque los países ricos pueden soportar la densidad de población pues cubren sus necesidades y siguen generando riqueza. Paul y Ann Ehrlich en su ponencia Demasiada Gente Rica pronunciada en El Cairo en septiembre de 1994 en la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, formulan una cuestión muy comprometedora, se preguntan que si serán los ricos los verdaderos parásitos planetarios con su gloriosa forma de vida. Culpar a la superpoblación es lo más sencillo cuando las preferencias de los diseñadores así lo requieren, como si los que habitaran en exceso fueran ellos: los pobres, los intrusos, los seres humanos residuales.

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